El Madrazo de Anaya
- Ricardo Magaña Figueroa
- 14 jun 2018
- 2 Min. de lectura

Para las elecciones del 2006, el PRI estaba descabezado porque fueron las primeras en las que no había un presidente priista que interviniera en la designación de su sucesor. Al interior den partido había una fuerte pugna para ver quién lo controlaba y los gobernadores ganaron tal autonomía que prácticamente se manejaban como reyezuelos que no le debían dar cuentas a nadie y que hacían todo lo posible por controlar su estado a su gusto y ahora sí ellos imponer a quien los sucedería. En esa lucha intestina Roberto Madrazo se abrió paso dando golpes a diestra y siniestra primero para presidir el partido y luego obtener la candidatura. En el camino dejó muchos heridos y odios jurados. El resultado fue un PRI fracturado y con un movimiento encabezado principalmente por los gobernadores y por Elba Esther Gordillo (a quien se le achacó la propagando negra del "¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco") que constituyeron lo que se denominó el TUCOM (Todos unidos contra Madrazo).
Eso simplificó la carrera por la Presidencia entre AMLO (claro puntero en las encuestas) y Calderón. Clave para el triunfo del panista (pero no la principal causa, más achacarle al propio AMLO y su equipo de trabajo) fue la intervención de la profesora (que siempre aparece como factor en ese proceso, como en el del 2000 y en el actual) con varios gobernadores priistas a los que convenció de apoyarlo a cambio de prebendas cuando fuera presidente, lo que hicieron al "orientar" el voto de su estado a favor de Calderón en lugar de Madrazo. Si no lo hubieran hecho la historia sería diferente.
En el actual proceso, Anaya también se abrió paso mediante traiciones y golpeteos, primero para obtener la presidencia de su partido y después la candidatura. La consecuencia fue también la fractura del PAN. Los odios y resentimientos generados pasan facturas que se están cobrando. Ahora la profesora juega con el ganador y a la vez instrumenta su venganza contra quienes la mandaron a la cárcel. El de Anaya es ya un barco que está siendo abandonado. Lo peor es que en su desesperación actúa como cuando se está en tierras movedizas, mientras más trata de golpear a los que lo rodean, más se hunde y más lo abandonan. Lo peor es que ya no le queda siquiera un caballo que pedir porque no cuenta con un reinado qué ofrecer a cambio.
Si no hay un terrible error, una gran sorpresa o un fraude desproporcionado, todo parece indicar que este arroz ya se coció.
Por lo pronto, con Anaya, se podría repetir la sentencia del viejo Marx: pareciera que la Historia se repite dos veces...
Replicas: lacronicadetempoal@gmail.com
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